Capítulo 4: Primera sangre.
Bajo el azul resplandor de la puerta de salto, las seis pequeñas fragatas abordaron el sistema Amarr, en el corazón del Imperio. Sin armamento, a primera vista parecían inofensivas naves tech uno, pero gracias a sus módulos y rigs, estaban dotadas de potentes sistemas electrónicos de camuflaje y eran capaces de alcanzar velocidades impensables para su clase, a pesar de estar tripuladas únicamente desde nuestras cápsulas de salvamento, equipadas y modificadas a su vez para un asalto terrestre. Ruyman, comandando la flota, hizo warpear a todas las naves hasta el décimo primer campo de asteroides del planeta Oris. Una vez allí, las naves buscaron abrigo entre las gigantescas formaciones rocosas y activaron sus dispositivos de ocultación. El firmamento volvió a quedar aparentemente desierto. Nuestro comandante abrió los canales de comunicación. -Acelerad todos encarando a la octava luna de Oris. Intentad que las piedras no os rompan el campo de camuflaje. Confirmar la maniobra para salto conjunto al objetivo. -Somehow, encarado y listo. -Hida, más listo que tu. -Talim en posición. -Camper, encarado y acelerado. -David encarado con buena cara. Ante la gravedad de la situación, el veterano líder no se permitió una simple sonrisa. -Iniciando warpeo de flota. En destino todos a máxima velocidad hacia el punto de asalto. No importa lo que veáis ni lo que pase, ignorar canales de radio, fuego enemigo, bajas propias. Una vez en cápsula mantener vector de entrada a toda velocidad. Suerte. Mi nave acusó con una sacudida el warpeo hacia Amarr Prime. En el trayecto pude ver que la fragata de Ruyman nos seguía retrasada a bastante distancia. Abrí inmediatamente un canal privado de comunicación con nuestro comandante. -¡Ruy, no puedo creer que hayas decidido quedarte atrás a cubrirnos las espaldas! -Un asteroide se interpuso en mi trayectoria justo antes del salto de flota, mi nave aceleró más tarde y se ha distanciado por ello. No estoy tan loco, Some. -Empezamos mal, -declaré preocupado. Segundos después, las primeras cinco fragatas desaceleraron sobre el eje ecuatorial de Mikew, como también era llamado Amarr Prime. Sin embargo, la armada imperial ya había detectado el conjunto de nuestra flota, por lo que, aún antes de que la nave de nuestro líder nos alcanzara, todos recibimos los mismos mensajes de radio. -Les habla el Almirante Crayion de la Flota Imperial Prime Norte. Reduzcan su velocidad de inmediato y prepárense para ser abordados. -Les habla el Almirante Bassaar de la Flota Imperial Prime Sur. Reduzcan la velocidad de su nave y prepárense para ser abordados. Aquel instante era el comienzo de nuestra coartada protocolaria. Una discusión sobre competencias entre dos pomposos almirantes amarrianos podía prolongarse no ya varias horas, incluso durante días. No recibimos de hecho nuevas advertencias mientras nuestras fragatas avanzaban a toda velocidad hacia el planeta. La nave de Ruyman aceleró en último lugar. El sol hacía resplandecer frente a nosotros Amarr Prime, que fue ocupando por completo nuestro campo de visión conforme nos lanzábamos sobre él. De súbito, una gigantesca sombra devoró el sol cayendo sobre la escuadra. La ausencia de scanner en nuestras naves, substituido por otros componentes esenciales, motivo que nuestro primer contacto con el Titan “Holocaust” fuese visual. La gigantesca nave capital comenzó a tarjetearnos. -Al habla de nuevo el Almirante Crayion. Detengan su nave o serán abatidos en el acto. Último aviso. Las enormes torretas del Avatar aún no habían logrado cerrar sus blancos sobre nuestras diminutas y veloces fragatas cuando reconocimos bajo nosotros la silueta del palacio imperial. Pero aún estábamos lejos de la atmósfera, a pesar de que los micro impulsores de cada nave amenazan con desintegrarse debido a la sobrecarga a la que todos les sometíamos. De repente, cuanto existía a nuestro alrededor sucumbió a la luz. A pesar de ser esperado, no pudimos evitar sufrir con terror los efectos del más devastador arma conocida en la galaxia y que supuso la destrucción de todas nuestras naves. El uso de la fuerza bruta no había sido nunca susceptible de debate alguno en el seno de la flota amarriana. Ni por un segundo. Nuestras capsulas volvieron a ser objetivo de las torretas laser del monstruoso Titan mientras salíamos de nuestro aturdimiento y volvíamos a precipitarnos sobre Mikew, hacia dónde la residencia del Emperador se destacaba. La capsula de Ruyman seguía retrasada. Pronto, los datos de mis indicadores electrónicos cambiaron y, en lugar de cifrar distancia al objetivo pasaron a dar una lectura de altitud en vertiginoso descenso. Pude sentir el vértigo de la caída a pesar de la suspensión hidráulica de mi cápsula. -¡Confirmar reentrada! –pedí por el canal de flota. -Yo también estoy cayendo, -aseguró Camperman. -Talim en caída atmosférica. -Hida igual, esto va tela de rápido… -Y ahora yo, -añadió David. Sobre nosotros un destello amarillento cruzó el cielo. -El Avatar me ha colado una ráfaga, chicos, mi cápsula entra sin escudos, -informó Ruyman. Un negro presagio estremeció mi corazón. -Todos hemos perdido escudos al abordar la atmósfera, Ruy, no pasa nada, pero... ¿te han tocado el armor?, -pregunté. El veterano comandante tardó en contestar. -Si, levemente… Ví como todas las cápsulas se alineaban cayendo en paralelo a la par que sus bases enrojecían. La masa de energía conformando el escudo sobre el palacio propició la desaceleración necesaria para la reentrada de nuestros módulos de salvamento, pero el armor comenzó a bajar y la temperatura interna se duplicó de golpe. La cápsula de Ruyman, por encima de las demás, comenzó sin embargo a arder. -Chicos, no lo voy a conseguir. Esto revienta. Ha sido un honor comandaros en cada operación. Paladines queda también en buenas manos, seguid adelante. Entro en estructura. Doy la vida de mi último clon por un amigo y compañero; Some, no puedo pedir más, gracias por darme esta oportunidad. Ruyman out. Envuelta ya en llamas, la cápsula de nuestro CEO comenzó a desintegrarse ante nuestros ojos hasta convertirse en una sencilla estela de humo rodeada de cenizas e insignificantes fragmentos incandescentes que desaparecieron en la nada. -No puedo creer que esto esté pasando, -la voz de Camper fue un susurro en el canal. -El FC ha caído, -confirmó la Princesa Talim tratando de dar un tono marcial a su propia aflicción. -Venga, va, nos vemos abajo, -cortó Hida.
Capítulo 5: Segunda sangre.
La humeante cápsula de Hida Junei, ya en estructura, atravesó el techo del complejo palaciego en una explosión de cascotes y escombros, pero debido a su velocidad, aún descendió dos niveles más dentro del edificio. Cuando por fin se detuvo, bruscamente incrustada en el seno de la ostentosa construcción amarriana, su ocupante se liberó de la suspensión amniótica y se equipó para abandonar el receptáculo, que se abrió a una habitación en completa penumbra. El piloto Jin Mei, blaster en mano, evitó los restos en torno a su maltrecha capsula y se adentró en la oscuridad buscando una salida. La sala era amplia pero de bajo techo. Al fondo de la misma, Hida distinguió una serie de puntos rojos luminiscentes que parecían bailar emparejados en las tinieblas. Un siniestro gruñido le reveló la naturaleza de aquella aparición que se abalanzaba sobre él. Sin pararse a buscar un blanco, el galente abrió fuego ante sí frenéticamente. A la luz del arma laser, los sabuesos esclavistas amarrianos por fin fueron visibles. Afortunadamente, los primeros ciegos disparos del piloto alcanzaron a dos de los animales, pero otros dos lograron cerrar sus fauces en torno a su pierna y antebrazo derechos. Cambiando rápidamente de mano su blaster, Hida disparó a quemarropa sobre sus atacantes mientras caía al suelo. La cabeza del animal sobre su brazo desapareció en un estallido de huesos y sangre, sin embargo, una vez también muerto el sabueso que atenazaba su pierna, el piloto, dejando escapar un grito de dolor, hubo de separar con ambas manos las mandíbulas de la bestia para liberar su maltrecha extremidad. Uno de los primeros sabuesos en ser alcanzados aún se arrastraba con vida rugiendo hacia él, por lo que el galente aún hubo de hacer nuevos disparos antes de que todo volviese a quedar en silencio. En ese momento, el suelo de la cámara sucumbió al reciente impacto y con un estruendo, la cápsula se hundió un nuevo nivel. Maldiciendo su suerte, Hida atendió sus heridas apresuradamente y recorrió después las paredes de la sala buscando de nuevo una salida. Pronto dio con un panel de control que le permitió iluminar la habitación, revelando los cadáveres de los cuatro sabuesos que acababa de abatir, así como los restos de otros tres bajo los escombros que rodearan su cápsula. También apareció junto a él una puerta, que abrió con cautela. Un largo pasillo, bañado en amarillas luces de alarma, se extendía más allá de la sala; cojeando, el piloto tomó una dirección al azar. En la megafonía del complejo sonaba repetitivamente un mensaje de alerta. Tras una próxima bifurcación sorprendió a una pareja de guardias imperiales, que corrían hacia su posición y que pudo aniquilar antes de que usaran sus armas. Sobre la pared del siguiente corredor halló una terminal informática que se dispuso a vulnerar. Descubrió así que estaba en las dependencias subterráneas de palacio, cerca del ala dónde se custodiaban a prisioneros y esclavos. Sabiendo que el objeto de la operación era en su caso causar el mayor caos posible, Hida decidió que liberando de sus celdas a los prisioneros cumpliría holgadamente su cometido. De camino pues al bloque prisión, dejando tras de sí continuos restos de sangre, el galente no encontró oposición armada. De hecho los corredores estaban desiertos. Pensó que tal vez se le buscaba en el nivel inmediatamente inferior al que ahora recorría, dónde su cápsula había terminado estrellándose. Pero la ilusión de tales pensamientos se esfumó al escuchar el eco de unos potentes disparos provenientes de la dirección que había tomado. Asomándose con extrema precaución a un nuevo pasillo, pudo ver a un parapetado grupo de guardias que, mientras vaciaban sus cargadores hacia el otro extremo del mismo, le ofrecían la espalda. El Jin Mei, sonriendo con malicia, se tomó su tiempo para apuntar cuidadosamente y volar la cabeza a uno de los guardias. Estos no descubrieron inmediatamente a su nuevo atacante, por lo que Hida, también a placer, pudo dar muerte a un segundo amarriano, momento en el que estos se percataron de su presencia. Aún logró impactar de lleno en un guardia más mientras sus compañeros se volvían para hacerle frente. Sin embargo, en ese momento, el fuego proveniente del otro extremo del corredor se acrecentó y los supervivientes fueron igualmente abatidos por la espalda. Cuando el piloto galente volvió a asomarse, vió sobre el parapeto enemigo el conocido rostro de un piloto minmatar que sonreía bajo sus estilosas gafas Rayban. -Mira tú por donde, el niño. -Mira tú que bien, el abuelito, -replicó DavidMe con ganas de guasa, como siempre, -a ver, ¿quién más iba a estar montando tanto escándalo, eh? Hida no contestó y se acercó hasta su compañero, que pudo observar sus heridas. -Jo, no has llevado la mejor parte hasta ahora. -Fui a caer en la perrera del palacio, ya es mala pata. Menos mal que los bichos esos no llevaban implantes como el chucho de Some, que, si no, se me meriendan. -Nunca mejor dicho lo de mala pata… venga, que te ayudo, -se ofreció el musculoso brutor. -Anda, anda. Tira palante, -gruñó rechazándole con desdén el orgulloso Jin Mei. –Y por cierto, ¿sabes para dónde vamos? -Veras, yo fui a estrellarme en mitad de una sala de control de seguridad. Me cargué a los que sobrevivieron al capsulazo, jeje, pero resulta que hay un montón de interesantes ordenadores allí. Intenté montar un pollo manejándolos, pero sólo he conseguido cortar el agua caliente de las duchas. Creo que tú… -¿Y esa es tu idea de hacer sabotaje?, -le interrumpió el galente. -¿Es que no sabes lo mucho que fastidia un chorro de agua fría en mitad de…? Bueno, como no podía hacer más allí, pues me dí una vuelta por el barrio… -Bien, bien, llévame hasta esa sala, ¡vamos! Cojeando tras el joven minmatar, Hida fue descubriendo en el camino los cadáveres de numerosos centinelas de palacio, abatidos aquí y allá por su compañero. -Anda que no te lo has pasado bien, cobarde. -Y no veas que gusto darle caña a estos cafres por una vez. Como se me ponga el emperata por delante lo va a flipar, -bravuconeó DavidMe. Pronto llegaron a su destino. La sala de control, cuyo techo se hallaba colapsado en torno a la cápsula espacial, estaba llena de escombros, pero los equipos electrónicos aún seguían operativos. El brutor se apostó en la entrada mientras su compañero tomaba asiento frente a la terminal principal. Hida no tardó en acceder a los códigos de encriptado e infiltrarse en el sistema que controlaba la seguridad de la base. Las pantallas superiores se encendieron ofreciendo imágenes de las cámaras ocultas por el recinto. Aquellas que daban cobertura al bloque prisión comenzaron a registrar enfrentamientos entre los guardias y los prisioneros cuyas celdas iban perdiendo su sellado magnético a medida que el galente trabajaba en la terminal, cuyo teclado iba tiñéndose de rojo. Una nueva base de datos llamó su atención. -Aquí hay un informe reciente en el que consta que 6 cápsulas abordaron la atmósfera: 1 se desintegro en el aire, de las 5 que llegaron a tierra, 2 se han incrustado separadamente en zona edificada. -Las nuestras, -corroboró DavidMe. -Otra se ha estrellado en un patio interior. En el cráter resultante han hallado a un piloto amarriano muerto. ¡Some… muerto! Entonces ya hemos fracasado, -se lamentó el Jin Mei. -¿Qué hay de los demás? -Las cápsulas de Talim y Camper –continuó Hida, -han caído muy juntas en una de las zonas verdes de palacio. También se informa de que el Emperador ha sido puesto a salvo y ya ha abandonado el planeta. -Maldición, -gruñó el joven minmatar. -Esto fue una locura desde el principio… -se quejó el piloto galente. -Bueno, podría ser peor si… -pero David no pudo terminar su frase al verse rodeado por las detonaciones de numerosos disparos. Saltando dentro de la habitación, accionó los controles de la puerta, que se cerró inmediatamente. -Tenía que haber estado más pendiente de las cámaras de seguridad. El pasillo está tomado, no podremos salir por él, -aseguro Hida observando de nuevo los monitores. -Pues esta habitación no tiene más accesos, ya lo comprobé cuando aterricé en ella. Toca resistir aquí. Sin decir más, el joven brutor volcó un escritorio y se parapetó frente a la puerta de espaldas a su compañero, que no se animaba a dejar su asiento, pues aún perdía sangre y se sentía ya débil. Siguió pues escudriñando las bases de datos de la seguridad imperial y fue a dar con un archivo con el nombre de su propia familia en él. Datado en las fechas en las que su hermano perdiera la vida, quedó absorto en su lectura hasta que el suministro eléctrico a la habitación fue suprimido. En la claridad que las luces de emergencia, ambos observaron como aparecía de repente, sobre la puerta un anaranjado destello que empezaba a recorrer su perímetro con un agudo zumbido. La temperatura en la sala comenzó a subir varios grados. -Es un laser termal, -afirmó DavidMe, el surco de metal fundido reflejado en sus anchas gafas. –Ya vienen. Pendiente de la inminente destrucción de la puerta frente a él, el minmatar no pudo apreciar la caída de algunos escombros al fondo de la sala. -Que infiernos sucede ahora, -gruñó Hida volviéndose. A su espalda pudo ver a un par de guardias imperiales que se descolgaban desde el techo, accediendo a la cámara por la oscura abertura desde la que se precipitara la cápsula de su compañero. Los amarrianos cayeron detrás del inadvertido joven, a quien dispararon. Haciendo acopio de las escasas energías que aún le restaban, el Jin Mei saltó interponiéndose a los rayos laser de sus enemigos, que recibió de lleno en el estomago, mientras abría fuego a su vez. Pero fue el certero arma de David, una vez éste vuelto hacia ellos, la que acabó con la vida de los guardias. Los impactos del agonizante piloto galente fueron los que sin embargo provocaron nuevos desprendimientos de escombros, que volvieron a hacer impracticable aquel inesperado acceso. -Hida, estás loco, ¿que has hecho? -Eso pienso ahora que esto empieza a dolerme… ugh… -¡Has entregado tu vida para salvar la mía! Nadie ha hecho algo así por mí, nunca… -Eso no lo hago ni yo, tranquilo, -replicó el Jin Mei con su cinismo habitual. –Olvidas que no pertenezco Paladines, niño, sino a CUPEN, así que mi clon médico no fue… envenenado, de hecho… ni siquiera está en… la base de KFIE… je… je… Con una cínica sonrisa en los labios, el galente perdió la vida ignorando cuantos escasos minutos había logrado prolongar la de su compañero.
Capítulo 6: Sangre y vida.
Al abandonar su cápsula, Camperman se encontró al aire libre, rodeado de vegetación en diferentes grados de destrozo y bajo un límpido cielo azul. Una segunda cápsula yacía humeante a escasos metros de la suya. Mientras se aproximaba, el receptáculo se abrió y la princesa Talim se dio a conocer. El minmatar sonreía feliz. -Hoy es mi día de suerte, de todos los kinder sorpresa me ha tocado el de la chica. -Anda, mira, si estamos en los jardines de palacio, -exclamó la piloto caldari ignorando el jocoso comentario del aguerrido brutor. -Si, que romántico, -bromeó Camper insistente. -Venga, sin tonterías, que te veo venir a la legua. Al minmatar no le pasó desapercibido el hecho de que la hermosa princesa eligiese ese preciso momento para ajustar la intensidad de fuego de su blaster. -Vale, vale, yo no discuto con una mujer armada. -Mejor, -sonrió ella. Mientras él ponía igualmente a punto su rifle de plasma, su compañera le dirigió una curiosa mirada. -¿De donde has sacado ese armatoste?, -le preguntó. -Es un préstamo de Xiib, una reliquia de familia, pero dispara que no veas. -Eso espero, porque falta va a hacer. Intentemos localizar a los demás, vamos a ver si damos con el edificio principal de palacio, hay que ayudar a Some. Se pusieron ambos pues en marcha, alejándose de la zona de impacto. Pronto hallaron un sendero que seguir entre la frondosa naturaleza que les rodeaba. No habían recorrido aún más que un centenar de metros cuando escucharon voces de alerta delante de ellos. Las lanzas electrificadas de los guardias palaciegos destacaban por encima de la densa vegetación. -Ocultémonos, -ordenó Talim. Ambos tomaron posiciones para enfrentar a sus atacantes. La mujer se agachó tras unos arbustos, por delante de su compañero de armas, quien se parapetó tras un árbol a pocos metros de distancia. -Oye, princesa, ¿nunca que han dicho que tienes un trasero bien lindo?, -comentó el minmatar con desenfado. -¿Quieres ver cómo te cierro la boca con el tacón de mis botas?, -replicó Talim volviéndose airadamente. -Rubia, adivinaste lo mucho que me va el cuero. Pero la sonrisa pronto abandonó el rostro de Camper, a la par que, con los dedos en uve, indicaba en silencio a la princesa que volviese a mirar adelante. Un nutrido grupo de guardias imperiales se aproximaba por el sendero. La piloto caldari, sin pensarlo dos veces, abrió fuego contra ellos abatiendo a algunos de los que encabezaban la marcha. Acto seguido cambió a la carrera de posición, superando la de su compañero. Los guardias persiguieron a la mujer sin advertir la presencia del guerrero brutor, a quién ahora ofrecían las espaldas. “Chica lista” se dijo para sí el minmatar mientras bajaba el arma hasta la cadera y abría fuego sobre ellos. Las explosiones de plasma tomaron por completa sorpresa al contingente amarriano, que pronto sucumbió a los brutales disparos. Pero una diferente explosión tuvo lugar sobre la nueva posición de la princesa Talim. Cuando Camper se acercó a los desmembrados cuerpos de sus oponentes para rematar a los heridos, cosa que no fue necesaria, observó que estaban equipados con granadas sónicas, lo que explicaba la última detonación que había escuchado. Temiendo por la suerte de su compañera, el brutor se apresuró a localizarla. -Fue un error no tirar campo a través, -murmuró el guerrero minmatar. Pronto dió con la zona de impacto, dónde la vegetación había palidecido hasta perder su color natural. El cuerpo de Talim, en el suelo, yacía de costado, en una postura antinatural. Camper se temía lo peor cuando se acercó a ella y volvió boca arriba a su compañera, pero los azules ojos de la mujer le devolvieron la mirada. -No puedo moverme, -aseguró sin embargo. -No veo heridas abiertas ¿qué te duele?, -preguntó él alarmado. -Solo el cuello y los oídos, del resto nada, no siento nada. -Intenta flexionar un brazo, -le pidió a la piloto caldari. Talim sólo consiguió pestañear y fruncir el entrecejo. -Camper, me he roto el maldito cuello, soy incapaz de sentir o articular nada más allá de mi cabeza. -¿No puedes sentir nada? ¿Seguro? ¿Entonces si pongo aquí la mano…? -No es momento para sacar a pasear la libido, estúpido. Tienes que salir de aquí cuanto antes, los guardias volverán en mayor número pronto. Estoy condenada. Corre y no mires atrás, lo que me suceda ya no importa, debes continuar con la… -Para sólo poder mover la lengua anda que no dices tonterías, rubia. -¿Qué haces?, brutor cabezota, suéltame, es una orden. -Un Paladín jamás deja atrás a un compañero, eso está por encima de las órdenes, así que cierra la boca o te pongo algo en ella para que no hables, y ya sabes lo que sería. Con la mujer en brazos y el pesado rifle blaster a la espalda, Camperman volvió a internarse en la espesura. La princesa caldari no volvió a hablar, pero, aún con la cabeza hundida en su pecho, el vigoroso minmatar pudo ver brillar lágrimas en sus bellos ojos; nunca sabría si de ira o indignación, como podía estar seguro de que no eran de dolor o de lástima. Nuevas voces de alerta quedaron a su espalda mientras avanzaba alejándose de aquel funesto sendero. Tras cerca de una hora de marcha, divisó más allá de las copas de los árboles que le rodeaban uno de los altos muros del ajardinado recinto. Decidió tomar un respiro y se arrodilló sin soltar a la piloto caldari. -Rubia, que estas muy guapa cuando lloras. -¿Y quién está llorando, idiota? Debe ser que no puedo rascarme los ojos. Los arbustos junto al próximo muro de palacio se agitaron frente a ellos. Camperman depositó lentamente a la mujer en el suelo y con un dedo en los labios comenzó a deslizar su voluminoso blaster desde la espalda. Alguien, sin tomar muchas precauciones, se les aproximaba. Para cuando llegó hasta la pareja, el brutor aún no tenía lista su arma, lo que sin duda salvó la vida de la joven que surgió entre la maleza. Se trataba de una bellísima minmatar, morena, del clan Vherokior, el largo cabello recogido en un aparatoso peinado repleto de joyas. Unos largos pendientes enmarcaban su rostro. -Sigue siendo tu día de suerte, -rezongó Talim desde el suelo. El brutor no dejaba sin embargo de encañonar a la desconocida, pero no se creía capaz de dispararle de momento, al menos mientras siguiera sufriendo el hechizo de sus enormes ojos oscuros. -¿No vas a hacerme daño?, -preguntó la joven, sorprendida ante su hallazgo. -Nena, eso sólo si a ti te gusta, -respondió Camper. -¿Sois esclavos? ¿De que recinto? ¿Estáis escapando también?... -Yo tengo el blaster, cielo, yo hago las preguntas, -contraatacó el rudo minmatar, volviendo a la realidad, -¿De dónde sales y cómo te llamas, nena? -Soy Namaco. Vivo en el harén de palacio desde hace menos de un mes. Intento aprovechar el actual desorden en la vigilancia para recuperar mi libertad. Y como yo, muchos otros en palacio. -¿Entonces estos son los jardines del harén del Emperador? Sigo de suerte como dices, Talim, -bromeó de nuevo el fornido guerrero. -Ahora veo, vosotros sois los que habéis caído del cielo en esas cápsulas. -¿Has visto a alguno más de los nuestros?, -preguntó la princesa ahora. -No, pero sé para que habéis venido, Hiroe me lo dijo. Los dos paladines se miraron extrañados. -¿Conoces a Hiroe? ¿Está en palacio?, -preguntaron a la joven. -Hiroe es bastante famosa en el harén, la única esclava que hasta ahora había logrado desobedecer al Emperador y escapar de él. Pero llegó esta mañana para someterse a Su voluntad. Estaba conmigo hace rato, cuando brilló el relámpago en el cielo y comenzó la lluvia de meteoritos. Camper volvió a posicionar su arma sobre sus anchas espaldas y tomó del suelo nuevamente a su compañera. -Namaco, no puedo prometerte la libertad, pero te doy mi palabra de Guerrero Matar de que lucharé por ti hasta la muerte por conseguirla, como lo haré por la vida de mi acompañante, o la de Hiroe. ¿Nos llevarás hasta ella? ¿Puedes ayudarnos? La joven asintió resolutivamente. -Sígueme.
Capítulo 7: Tercera sangre.
Siguiendo a la joven, con su compañera de armas en brazos, Camperman abandonó la floresta hasta llegar al pié de la muralla de palacio. Namaco recorría el perímetro del jardín con seguridad, sabiendo con certeza a dónde se dirigía. El guerrero minmatar, observando la esbelta figura de la hermosa esclava frente a él, no pudo dejar de intuir el peligro que les acechaba. Sin descuidar la vigilancia de los alrededores, dirigió un murmullo hacia su pecho, dónde descansaba la cabeza de Talim, inerte entre sus brazos. -Esto puede ser una trampa. La chica es demasiado bonita. -Es posible, -susurró la princesa caldari a su vez, -pero no tenemos mejores opciones por ahora. Mantente alerta. La joven se detuvo por fin bajo una angulosa sección del muro. Tras situar la palma de su mano sobre un determinado punto del mismo, se descorrió con un zumbido una porción de la muralla, revelando una entrada secreta. Namaco se limitó a indicar con un gesto que la siguiesen y desapareció en la oscura abertura. Cuando la entrada se cerró tras ellos, se encontraron en un estrecho pasadizo tenuemente iluminado. -Al menos aquí dentro no se pueden lanzar granadas, -comentó con rabia la piloto de Paladines. Continuando de nuevo la marcha en pos de su guía, rebasaron en silencio nuevos corredores que se abrían ocasionalmente a ambos lados del que habían tomado, tan oscuros como el mismo. Camper comprobó que la iluminación provenía exclusivamente de unos rosados hologramas en movimiento situados cerca del techo. Estos representaban a seres humanos entregados a diferentes actividades de contenido puramente sexual. -¿Qué son estos pasillos? –preguntó el minmatar a su compañera de etnia. -Una red secreta que solo conocemos el Emperador y sus concubinas. También algunos Lealtius del máximo rango. Conectan muchas dependencias, pero yo aún no los domino del todo. Ya hemos llegado. Una nueva abertura se abrió junto a ellos revelando un suntuoso dormitorio. Una cama de elevado dosel y ricas vestiduras dominaba la estancia. -Esta es mi cámara privada. Aquí podrá descansar tu mujer. Nadie va a encontrarla. -Yo no soy mujer de nadie, muchachita, y menos aún de un bala perdida como… -Dejémoslo estar, -cortó Camperman al depositar su carga bocabajo en el lecho.-Si es que la rubia está más guapa cuando no habla. Namaco no pudo contener una sonrisa, en el fondo se alegraba de saber que el guerrero no tenía pareja. Éste, apiadándose de su compañera, alteró su postura en la cama para que pudiese hablar. El rostro de Talim se reveló sin embargo sereno. -Sólo soy una carga para vosotros. Camper, dejadme aquí y si lográis abriros paso, escapad sin mí, por favor. El fornido brutor se puso serio por una vez. -Sabes que no va a ser así. Volveré a por ti. Inclinado sobre el lecho, tomó el lánguido brazo derecho de la princesa y cerró su mano en un insensible puño, que posicionó sobre su hombro izquierdo. Erguido después junto a ella, Camperman reprodujo el mismo gesto a su vez. -Paladines. -Paladines, -contestó la piloto caldari, que cerró sus azules ojos antes de dejar escapar alguna lágrima por sus comisuras. Camper encontró a la joven esclava a su espalda, esperándole para continuar la marcha. -Los aposentos de Hiroe están muy cerca de los míos. Vamos. De nuevo en los corredores, esta vez a solas, el guerrero minmatar interrogó a su acompañante de nuevo, pero sin seriedad alguna. -Y dime, Namaco, ¿qué tal es el emperata en la cama? Una hermosa sonrisa brilló en la oscuridad al volverse la joven a medias. -Eso no puede saberlo nadie con tan poco tiempo como yo en el harén. ¿Y a qué viene esa pregunta? ¿Estas interesado en el Emperador… o en mí? Tomado por sorpresa, el brutor no supo contraatacar. -Esto… yo hago las preguntas, ya te lo dije, ¿no? -Me parece bien, pero no ahora. Ven, mira. Bajo uno de los hologramas, la joven descorrió un pequeño panel a la altura de sus ojos. Camper pudo así ver un dormitorio similar al de la joven; en su centro, de espaldas a ellos, Hiroe se erguía de pié, ataviada como una danzarina. -No creo prudente que te des a conocer, podría ser una trampa. –aventuró Namaco. -Entraré yo primero por la puerta principal y hablare con ella. Tú podrás oírnos y ver que sucede sin peligro. Si todo va bien, pulsa sobre éste panel y podrás entrar desde aquí. ¿Te parece bien? Las dudas de Camperman sobre la lealtad de la joven cada vez eran menores. -Adelante. Ten cuidado, nena. -Estoy tranquila. Confió en que cumplirás tu palabra. La esclava dejó caer un rápido beso sobre el bíceps derecho del guerrero y desapareció tras un recodo del pasillo. El brutor intentó convencerse de que la tensión del momento era la única culpable de su preocupación por ella. Sin descuidar la vigilancia del corredor en el que se hallaba, prestó toda su atención a la escena que se desarrolló ante sus ojos una vez la hermosa concubina apareció en la estancia frente a su amiga. -¡Hiroe! -¿Namaco? -Lo que me dijiste está mañana era cierto. -Ah… ¿si? La compañera sentimental de Somehow comenzó a caminar de espaldas hasta apoyarse en una cómoda. Namaco miraba extrañada a la bailarina. Acercándose a ella, le tomó las manos, pero Hiroe se liberó. -Debemos salir de aquí, o los guardias nos cerrarán pronto el paso, -aseguró la joven minmatar. -Voy a esperar aquí a que todo vuelva al orden. Márchate. -Pero… no te entiendo… ¿qué te pasa? -Te he dicho que te vayas. La bailarina extrajo una daga del cajón superior de la cómoda a su espalda, sin que Namaco se percatara de ello. Aquello fue suficiente para Camperman. Para cuando Hiroe se volvió, alertada por la involuntaria mirada que la concubina dejó escapar hacia su compañero de etnia, el aguerrido minmatar ya había alzado la culata de su arma sobre la hermosa achura. Sin vacilaciones, a pesar de la familiaridad de aquel rostro, el brutor descargó un tremendo golpe sobre ella. Hiroe cayó desmadejadamente al suelo, perdido el conocimiento. -Esta no es Hiroe, -aseguró Camper. Namaco miraba sorprendida la daga que el guerrero retiraba de su mano. –Hiroe carece de entrenamiento militar alguno, pero ésta mujer empuñaba su arma con total profesionalidad. Además, ni siquiera sabía de qué hablasteis esta mañana. -Pero entonces… ¿quién es? -Después de lo que ha sucedido en Fageras, me juego un contenedor industrial de whiskey a que es un Lealtius ocupando un clon tomado a Hiroe. Tenemos que averiguar dónde está la verdadera. Ven, ayúdame. Entre los dos, tomaron del suelo a la desconocida y la depositaron sobre el lecho. Camper destrozó parte del ajuar de cama en la habitación e improvisó fuertes ataduras con las que inmovilizar a su presa. La joven minmatar, aún confundida por lo sucedido, no era capaz de articular palabra. Cuando el clon de Hiroe recuperó la consciencia, ni siquiera intentó liberarse. -Ahora vas a decirnos quién eres, guapita de cara, –anunció el guerrero brutor. -Lo haré, pero a cambio te ruego que después me des muerte. Aunque sorprendido por la demanda de su cautiva, Camperman no dudó. -Concedido. Habla. -Mi nombre es Mikiko. Soy una agente imperial. Este no es mi cuerpo. Mi misión hoy consiste en eliminar a todo aquel que intente liberarme en la creencia de ayudar a quien estoy suplantando. –Su voz era átona, la mirada perdida. -Pensé que sería mucho más difícil sonsacarte… ¿Eres un Lealtius?, -preguntó el piloto de Paladines incrédulo. -Si. Lo era al menos antes de tomar esta apariencia. Después, he sido todo lo que el Emperador ha deseado que fuese... –Ante el asombro de sus captores, la asesina comenzó a llorar en silencio. -Me temo que ella si que puede responder a lo que me preguntabas antes de llegar aquí, -comentó Namaco con cierta pena. -Dinos donde está Hiroe, -ordenó de nuevo Camper. -Ha sido reducida y llevada al hangar de palacio. Partirá a bordo de la lanzadera personal del Emperador. ¿Para qué conformarse con una imitación cuando se puede gozar del original? Está más allá de vuestro alcance, la evacuación es inminente. Huid mientras podáis, pero antes, os ruego, os suplico, que me matéis. -No serás tú quien decida que haremos o no, Mikiko, -sentenció el minmatar. -Os he ayudado con lo que sé. Poned fin a mi condenada existencia, como habíamos acordado. No hablaré más. Camperman se vió en la obligación de no despertar dudas sobre su palabra. -Namaco, espérame en el corredor. Vamos. Cuando la esclava dejó la cámara, el brutor volvió bocabajo a la mujer, para no reconocer familiaridad alguna en su víctima, y, agarrando sus cabellos con toda la sangre fría de la que fue capaz, pasó la daga por su cuello. La Lealtius sufrió una ligera convulsión y quedó inmediatamente inerte. Una brillante sombra carmesí comenzó a extenderse sobre las sábanas con rapidez. Ya fuera de la habitación, Camper descubrió a la concubina sumida en el llanto, el bello rostro oculto entre las manos. Pensó que el salvajismo de sus últimas acciones aterrorizaba a la joven, pero se equivocaba, pues la hermosa Vherokior se refugió en sus fuertes brazos en cuanto le vió. -No quiero morir, -susurró estremeciéndose en su pecho. El minmatar estrechó su abrazo y devolvió en sus cabellos el beso que ella antes le diera. -No te dejaré morir, Namaco. Ni ahora, ni nunca. Camperman se sorprendió de la seguridad en sus propias palabras.
Capítulo 8: Última sangre.
El Emperador Heideran VII, a bordo de su lanzadera personal, observaba crecer el negro firmamento sobre la nave, a medida que ésta abandonaba la atmósfera de Amarr Prime escoltada por tres Crusader de la flota palaciega. A la derecha de su trono se sentaba Doriam Kor Azor, que detentaba la jefatura de la casa imperial. A su izquierda Azhdan Bobamih, que comandaba la seguridad de su persona y era la Lealtius más antigua aún en servicio. No podía sentirse más seguro, rodeado exclusivamente de sus más directos allegados, junto a un piloto Lealtius a su vez, que conducía frente a ellos el ascenso de la nave hacia el espacio. Para su regocijo además, la única otra ocupante de la pequeña lanzadera se hallaba encerrada en un contenedor de soporte vital en su bahía de carga. Llevado su pensamiento hasta aquella seductora danzarina achura, objeto de su deseo por tanto tiempo y por fin a su merced, se despertaron sus apetitos carnales. Sin embargo, sus depravadas imaginaciones se evaporaron al sonido del comunicador frente a su comandante. -Alteza, informan desde palacio que se ha restaurado el orden y que todos los asaltantes ya han sido neutralizados. Se ha capturado con vida a dos de los seis pilotos que se precipitaron sobre vuestra residencia. -Ordena que sean ejecutados, Azhdan. De inmediato. -¿Deseáis continuar la evacuación, mi señor? –preguntó el CEO de la familia imperial. -Si, Doriam. Vas a ser testigo de cómo el Almirante de la Flota Imperial Prime Norte pasa a la esclavitud. Será todo un acontecimiento social. El piloto amarriano frente a ellos puso en automático el rumbo de la nave, con dirección al Titan Holocaust, y abandonó la cabina para informar a su señor. Tras la ritual reverencia ante su soberano y antes de dirigirle la palabra, extrajo de su túnica un pequeño blaster y voló la cabeza de la asesina sentada junto al Emperador. Acto seguido, situó sin vacilar el arma sobre el rostro del anciano Kor Azor y volvió a apretar el gatillo. Heideran, en su sobresalto, encontró el diminuto cañón de energía a un palmo de sus narices antes de terminar de sorprenderse. Pero su pánico mutó en ira cuando el piloto retiró su capucha revelándole mi identidad. -¡¡Tú!! –exclamó el dignatario, los ojos inyectados en sangre. -¡Maldito seas Somehow! -No oses maldecir a tu propia estirpe. Olvidas que soy tu hermano mayor. -¿Olvidarlo, dices? Lo recuerdo cada día de esta existencia a la que nuestro padre me ha condenado. Tú, tú deberías estar sentado en este estúpido trono y no yo. Pero él te amaba más a ti, jamás habría puesto tu vida en peligro… la selección de un nuevo Emperador supone la muerte de todos los candidatos desechados. Por eso fui yo el candidato de la familia. -Nunca aprobé la decisión de nuestro padre. -¡Siempre fuiste ambicioso! -No, Heideran, eso no es cierto. Cuando se intercambiaron nuestros destinos temí por tu vida tanto como tú. Por eso puse en juego todas mis habilidades diplomáticas hasta que se pactó la alianza de todas las familias. Hoy gobiernas el Imperio Amarr gracias a mí, yo salvé tu vida. -¿Y que gran regalo es este, Somehow? Mi carne es ahora sagrada, jamás me permitirán clonarme… en cambio tú, tú vivirás para siempre, como nuestro padre deseaba. ¡Te odio! -¿Y que vida es ésta, a la que tu fraternal odio me ha relegado? Siempre huyendo, alejado de nuestra tierra, escondido en espacio profundo, temiendo el acecho de tus asesinos, poniendo en constante peligro las vidas de quienes amo. Pero hoy se acabará todo. Lo cierto es que le había hablado sin dejar de mantener el arma sobre su cara, en la que comenzó a dibujarse una mueca de terror. -No… no puedes matar a tu propio hermano… -No será necesario, -aseguré. Introduje mi mano libre en la túnica de piloto imperial que portaba. Heideran esperaba ver aparecer un nuevo y más mortífero arma, pero todo lo que puse ante él fue un libro. -¿La Pax Amarria? ¿Qué nueva falacia vas a echarme en cara, Somehow? -Sabes que yo lo redacté. Lo que hasta ahora no sabias es que puedo demostrarlo, los originales de mi puño y letra obran en poder de varios miembros del Consejo Teológico Imperial de mi entera confianza. Ellos harán público el engaño si yo se lo pido; estas no son tus ideas, me las robaste, y cuando se sepa perderás todo crédito como pacificador de la galaxia. -Oh, que lastima. La Federación Gallente me retirará el hermoso Aidonis, -se permitió bromear mi hermano menor. -Poco me importa, querido. -Te equivocas si crees que tu desprestigio va a tener tan escasa consecuencia. Cada ejemplar del Pax Amarria firmado hasta la fecha por tu persona constituye un delito separado de falsedad documental. Tus enemigos en el Consejo elevarán tal volumen de cargos contra ti que habrá que procesarte, y, como acusado, todo edicto imperial bajo tu firma podrá ser puesto igualmente en tela de juicio. Jurídicamente, una rúbrica imperial en falso cuestiona todo escrito de su autor!. La burocracia colapsará sin remedio en el caos administrativo resultante. Pero, antes que afrontar la paralización del Imperio, el pacto entre las familias se romperá. Se revocará tu elección y se convocará a nuevos candidatos. Y ya sabes cuál será entonces tu destino. El Emperador comenzó a experimentar verdadero pánico ante la única idea capaz de provocarle semejante sentimiento: su propia muerte. Su mente intentó en vano encontrar la forma de eludir la amenaza que acababa de verter sobre él. -Destruirás esos originales y esta vez olvidaré que existes, -propuso. -No ofendas mi inteligencia, Heideran. Los conservaré para garantizar mi libertad y la de quienes me importan. Empezando por la mujer a bordo de esta nave. Al final, hundido en su trono, mi hermano se rindió a la evidencia. -Aparta de mí ese arma. Ya no te es necesaria. Obedecí. En ese momento, el cuadro de comunicaciones bajo el cadáver de Azhdan Bobamih emitió un zumbido. -Al habla el Subcomandante Horst desde el Titan Imperial Holocaust. Informen a Su Sagrada Alteza de que el Almirante Crayion ha cometido suicidio. Me dispongo a tomar el mando de la Flota Imperial Prime Norte salvo contraorden. El Emperador abrió el comunicador. -Heideran VII enterado. Nuestra visita queda cancelada. Mi lanzadera y escolta volvemos a palacio. Queda ratificado en su nuevo puesto, Almirante Horst. A continuación, el soberano del Imperio Amarr abrió comunicaciones con su residencia, aplazó las ejecuciones y dispuso todo para nuestro retorno mientras yo volvía a la cabina de navegación y cancelaba el piloto automático.
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Última edición por Somehow el 03 Nov 2013, 10:41, editado 2 veces en total
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